domingo, 11 de febrero de 2007

Y del vino al desamor

Leo esta mañana La Vanguardia de ayer (las obligaciones familiares no dejan a uno casi nunca leer el periódico del día cuando quiere) y me encuentro con un artículo de opinión de Remei Margarit, psicóloga y escritora, que habla del desamor, pero no solo de aquel desamor que primero nos viene a la cabeza al oir esta palabra, ésto es, el desamor de la pareja, sino de todo desamor, del de la pareja, del de las amistades, del de la familia. Da que pensar, y por eso creo que puede interesar a quién lea este blog. Ahí os lo dejo:


"El desamor.
Se podría decir que todas y cada una de las personas que habitan este mundo desearían - y muchas de ellas lo esperan- que les amara todo el mundo; y también, quizás en menor medida por el esfuerzo que representa, amar a todas las demás personas. Eso es pedir un imposible, es querer jugar a dioses omnipotentes. Los límites humanos se hallan mucho más acá, tan acá que incluso las personas que tenemos en nómina en el tema de los amores, sean del tipo que sean, pareja, familia, amigos, etcétera, nos ofrecen toda clase de inconvenientes para que el amor crezca. Y nosotros también hacemos algo parecido, por ejemplo, palabras que decimos o el tono que empleamos en decirlas se desdicen del afecto que indudablemente suponemos que tenemos para con ellas. Va transcurriendo la vida con sus cambios y damos por sentado que los cambios que afectan a uno mismo conllevan el beneplácito de los demás, espectadores de ellos. Y podría muy bien ser que cualquier cambio que emprendamos en nuestra vida afecte, de manera irreversible, a las personas de nuestro entorno, tan sólo porque son nuestras personas, las que suponemos que llevamos en el equipaje del vivir. Pero de vez en cuando, una palabra, un gesto, dan una nota discordante en nuestra nómina de afectos. Una le quita importancia en seguida, tomando aquella señal por un improperio repentino de un mal día y porque seguramente una no quiere darse cuenta de lo que aquello significa. Hasta que se repite la discordancia, un día y otro, cada vez con más claridad, hasta que de pronto, un día se hace evidente el desamor. Y entonces queda claro, todo el tiempo de una cierta duda entre lo que uno quiere y lo que de verdad sucede se resuelve en un instante, en esa presencia del desamor. Y ¿qué es el desamor? Tal vez el principio del odio o el descubrimiento del odio que estaba o estuvo todo el tiempo latente. El odio tiene muchas facetas; a veces se presenta con la máscara de la indiferencia, a veces con la de una reprobación de tan sólo algo concreto, como si cualquier cosa concreta no tuviera que ver con la totalidad de la persona. A veces el odio se presenta como un rencor, a veces como una envidia y siempre como un rechazo. Frente a una demostración de desamor, uno se queda como desvalido, como si se hubiera presentado con un ramo de flores y le hubieran dado con la puerta en las narices. Es el desconcierto, el no entender nada de lo que está ocurriendo, y es que el desamor quiere exactamente eso, desconcertar al que siente como oponente. Es una batalla desigual, porque a una mano tendida se le da un puñetazo. Es un cambio de registro unilateral, sin aviso previo, ni tan sólo una declaración de hostilidades clara. Pero después de muchas dudas acerca de qué ofensa puede haber provocado aquella situación, uno se da cuenta de que no es una ofensa, es sencillamente que el desamor hace acto de presencia como una señal inequívoca del odio. Al ser humano le cuesta encajar que alguien le odie; existe una especie de mecanismo de defensa que intenta una y otra vez establecer puentes de buena voluntad, que, a su vez, son destruidos una y otra vez. Reconocer la presencia del desamor no es cosa fácil, porque equivale a asumir que uno no es querible para todos. Y ¡qué se le va a hacer! Cada cual tiene derecho a escoger sus afectos y a alejarse de las personas que considera non gratas para su equilibrio personal. De la misma manera, cada cual debe protegerse de esos desamores cercanos que impiden la paz interior. Existe una vara de medir esas cuestiones afectivas que resulta infalible, el respeto. Cuando el respeto se pierde, hay que alejarse sin ninguna duda.
R. MARGARIT, psicóloga y escritora"

1 comentarios:

A las 16/2/07 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Leyendo esto me ha venido a la memoria una canción de Sabina.

" La chica de B.U.P. casi todas las asignaturas suspendió / el curso que preñada aquel chaval la dejó / y cuando en la pizarra pasa lista el profe de latín / lágrimas de desamor ruedan por la página de un bloc / y en el escribe ...
¿Quién me ha robado el mes de abril? / ¿Cómo pudo sucederme a mí? / ¿Quién me ha robado el mes de abril? / Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón".

Javier

 

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