Un bocado de gracia
Después de algunos días de voluntario silencio publicador, os dejo aquí un apunte sobre un delicioso bocado que probé esta semana en un encantador bar-bodega de Barcelona, de cuyo nombre me guardaré bien de publicitar para evitar que todos y todas os lancéis hacia él posesos de deseo para saisfacer vuestras virtuosas necesidades gástricas.
El bocado en cuestión es, a la vez sencillo y a la vez delicioso, a la vez salado y a la vez dulce, a la vez aperitivo y a la vez postre. Es, como tantas cosas en esta vida, la dualidad hecha placer.
La mitad inferior de un panecillo redondo y pequeño (lo que en Sevilla y otras partes llaman mollete), ligeramente tostado, untado a rebosar de Torta del Casar (cualquier buena torta extremeña servirá para el delicioso cometido) y coronado con un marrón glacé. Nada más. Sencillo y delicioso. Crujiente y untuoso. Ácido y meloso. Maravilloso. Probadlo en casa, no hay más que tener buen producto y a disfrutarlo. Para acompañarlo, servirá tanto un tinto expresivo (Toro, Cigales) como un vino de postre no excesivamente dulce (¿Un Olivares quizá? De ése, exquisito, ya hablamos otro día).
Venga, a gozarlo.
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