domingo, 25 de marzo de 2007

Quatre paraules d'en Llach ben dites

Miro i escolto aquesta tarda una gravació d'ahir de la retransmissió que TV3 va fer del darrer concert de comiat d'en Lluís Llach. Més de tres hores per gaudir un munt de la música, de la veu i de les paraules d'un dels personatges més globalment interessants que ha donat aquest el nostre país en els darrers cinquanta anys.

D'entre tot el concert, m'ha fet pensar un dels molts comentaris que en Llach fa en les entrecançons, que seguidament us transcric, i que no puc titolar més que com a "quatre paraules ben dites".
D'alguna manera, tenen força a veure amb el comentari anterior sobre els valors que us he deixat al blog aquesta tarda.

"En aquesta societat on l'agressivitat es quasi ja norma de conducta, parlar d'aquests valors quasi ja fa vergonya. Hem muntat una societat on les paraules que prevalen són paraules que en realitat són mediocres i mancades de sentit per a la realització d'un ser humà. Imaginar que el ser humà pot ser feliç utilitzant paraules com productivitat, competitivitat, èxit, triomf, cop de colze ben donat per grimpar millor... Tots sabem que és mentida, però ho acceptem perquè el sistema ens imposa un xantatge econòmic i no ho fem estem condemnats i aleshores el ser humà fa com sí, però quan es mira en el mirall profundament sap perfectament que aquestes paraules no l'acosten ni un brí a la felicitat, que les paraules que de veritat valen són paraules que avui estan oblidades, a contracorrent cultural, a contracorrent de modes, paraules com tendresa, generositat, bondat. El día que quan a un infant se li pregunti "què voldràs ser quan siguis gran?" contesti "una bona persona", segurament la societat que somniem estarà molt a la vora" Ll. Llach, Verges, 24.3.07

De los valores en las organizaciones y en la vida en general

Hace aproximadamente un año, y en el marco de la mal llamada política de formación directiva de la organización, asistí a un pequeño curso de unos pocos días del cual, ¡oh sorpresa!, salí, contrariamente a lo que a menudo suele suceder en este tipo de experimentos, con un pequeño acervo de ideas, vivencias, experiencias...muy interesante y, sobretodo, provechoso, y no para la vida profesional sino, sobre todo, para la vida personal. Eso sí, cuatro ideas, suficientes, y mucha voluntad personal para, con un poco de suerte, cambiar algo allá dónde se intente. De ese curso, os dejo una entrevista al profesor del curso, Salvador García, que he encontrado navegando por la web, dónde podréis leer algunas de sus utópicas, pero necesarias, ideas, y un link con la página de "eutopía", el movimiento que, entre otros, él promueve. Como síntesis, se podría resumir, un poco a bote pronto, con un algo así como "echale más trabajo a la vida y más vida al trabajo" y "sin alegría no se va a ningún sitio".

Aquí lo tenéis, y, aunque os parezca utópico, no os rindáis ya de entrada a pensar que es algo inalcanzable.

(Publicado en la Newsletter de Top Ten Management Spain)

"Este mes entrevistamos a Salvador García, Profesor Titular de Psicología Social de la Universidad de Barcelona y colaborador académico de ESADE y otras escuelas de negocios.
Salvador García define la Dirección por Valores (DpV) como una herramienta de liderazgo postconvencional cuya aplicación traerá consigo una empresa diferente, evolucionada y humanizada donde los beneficios serán la consecuencia de hacer bien las cosas en un triple ámbito: con las personas, con los clientes y con la sociedad en su conjunto.

P: Desde la Newsletter de Top Ten Management Spain no tenemos más remedio que comenzar esta entrevista con dos cuestiones: dónde radica la calidad de la gestión y cómo andamos de calidad directiva en España.
R: La “calidad directiva” radica a mi juicio en el desarrollo de la triple calidad técnica, ética y emocional de las personas que dirigen las empresas. En este sentido, en España estamos teniendo una calidad técnica cada vez mayor, aunque es probable que estemos perdiendo la calidad emocional propia de las culturas latinas. En cuanto a la calidad ética, creo que estamos a un nivel internacionalmente estándar.
P: Hace poco acuñaba Usted en un artículo el término “empresa emocionalmente insostenible”. ¿Podría explicarnos brevemente en qué consiste?
R: La idea de “sostenibilidad” y “desarrollo sostenible” ha entrado ya en el lenguaje empresarial práctico, haciendo referencia básicamente a la sostenibilidad económica del sistema capitalista dependiente de la preservación medioambiental del planeta.
Sin embargo, hay otra dimensión de la sostenibilidad que es la emocional y que corresponde a la idea de un capitalismo sensible, más evolucionado que el “sostenible”. Este es un nuevo concepto a nivel internacional, y constituye la asignatura pendiente de la llamada “Responsabilidad Social de la Empresa” (RSE), cuyas formulaciones, tanto escritas como habladas, parecen estar emocionalmente encorsetadas.
A inicios del s.XXI, estamos sufriendo en los países y regiones económicamente prósperas y “pragmáticas” del planeta una pandemia de empobrecimiento emocional, exceso de formalismo, activismo laboral y falta de tiempo de calidad, de graves consecuencias negativas para nuestra salud emocional, social e incluso física. Esta percepción penosa de desapropiación de tiempo para las tareas esenciales de la vida humana bien vivida, tales como jugar, compartir, criar, meditar, imaginar, contemplar, amar, leer, acariciar, explorar, etc., (las cuales, por cierto, pueden desarrollarse parcialmente en tiempo laboral) está generando un empobrecimiento, una irritabilidad y una tristeza personal masivas que contrasta llamativamente con nuestra formidable prosperidad tecnológica y material.
P: Por el contrario, ¿cuáles serían las características de una empresa emocionalmente sostenible?
R: La empresa emocionalmente insostenible se caracteriza en primer lugar por tener horarios habituales poco conciliables con la vida familiar y privada de calidad. Pero no sólo eso. Por otra parte, su cultura se basa más en el control que en la confianza y el auténtico aprecio y respeto mutuo, así como en el temor a expresar hacia arriba lo que realmente se opina, el bloqueo o desincentivación de la creatividad, la ausencia de detalles personalizados, las actitudes mayoritarias de poca escucha activa, los etiquetamientos fáciles y muchas veces injustos y la abundancia de rumores, bulos y critiqueos.
En la empresa emocionalmente insostenible es llamativa la falta de sonrisa y las expresiones faciales tensas e incluso hostiles, así como – en casos extremos- la falta de educación elemental, tal como no pedir disculpas por no respetar el tiempo del otro, forzar cambios organizativos sin previo aviso, etc.
P: ¿Qué consecuencias tiene para un profesional trabajar en una empresa emocionalmente insostenible?
R: Trabajar en una empresa emocionalmente insostenible es una cuestión de trasfondo ético innegable, y es incompatible con la plena salud física, psicológica y social. En definitiva, es incompatible con la felicidad, buena parte de la cual se construye en el mundo del trabajo.
P: ¿Cómo puede solucionarse esto? ¿Qué recursos les quedan a los trabajadores de las empresas emocionalmente insostenibles si éstas no hacen nada por cambiar la situación?
R: Aunque la empresa puede hacer mucho por solucionar o al menos aliviar esta situación, a nivel individual pueden desarrollarse algunas estrategias, tales como:
· Poner libremente más vida en el trabajo y trabajarse más la vida
· Darse y reivindicar más tiempo libre y propio para las tareas esenciales de la vida
· Liberar la imaginación y la creatividad tanto en la vida laboral como en la privada
·
Atreverse a salir del “armario emocional” y vivir con menos miedos (miedo a expresarse espontáneamente, a ser uno mismo y ser expulsado del sistema, a la soledad, etc.).
Como decía Horacio, padre del pensamiento latino y por tanto occidental, “a quien vive temiendo nunca le tendré por libre”.

Todas estas conductas han de ir formando parte de un nuevo movimiento social inquietante del sistema y que podemos llamar “eutópico”, en la frontera generativa entre la utopía humanista y el realismo económico (
www.eutopia.es)
P: Háblenos sobre la Dirección por Valores. ¿Podría ser esta la solución al problema de las empresas emocionalmente insostenibles?
La Dirección por Valores (DpV) se plantea ya desde finales del siglo anterior como una herramienta de desarrollo organizativo para conseguir un triple equilibrio sinérgico entre la dimensión económica, la dimensión ética y la dimensión emocional de la empresa. En este sentido, su correcta aplicación aborda la solución del problema de la relativa insostenibilidad emocional de muchas de nuestras empresas.
Acabo con una pregunta: ¿Cuándo tardaremos en tener muchas empresas cuyos valores corporativos incluyan efectivamente la alegría, la amistad, la calidez, la ternura o la sensibilidad?. Hasta que ese momento llegue, y esto es más que “insostenible”: esto no hay quien lo aguante!
Un par de libros recomendados, el segundo de ellos especialmente para promover la autoestima y disminuir así el estrés de sus autores:
Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades morales, de Jorge Vigil Rubio. Alianza Editorial.
Autoestima, estrés y trabajo, de Simón Dolan, Salvador García y Miriam Díez, de McGraw Hill.

www.eutopia.es

martes, 13 de marzo de 2007

Un discurs per reflexionar una miqueta

Una bona amiga, la Roser, em passa un link amb un discurs que l'Steve Jobs, creador d'Apple, va fer en una cerimònia de graduació de la Universitat d'Stanford. Com em diu la Roser, Steve Jobs "explica la seva filosofia de la vida pels estudiants que comencen la seva. Reflexions sobre la vida, la mort , l'amor, la feina, els títols i tantes coses que solen donar-se per sabudes, però són poc aplicades". Aquí us deixo el link i, si teniu un quart d'hora de tranquilitat, us recomano que l'escolteu. El discurs és en anglès però duu subtituls en castellà.


http://video.google.com/videoplay?docid=3014637678488153340

domingo, 11 de marzo de 2007

Del día internacional de la mujer y la conciliación laboral y familiar

Después de algunos días de cierta pereza para escribir, que no para pensar en qué escribir, la celebración el pasado jueves del día internacional de la mujer, que en origen lo era de la mujer trabajadora, me coincidió con el haber sido convocado a una reunión emplazada por su propiciante para las 9 en punto de la mañana. Esta coincidencia me llevó a la meditación y la meditación al mosqueo y el mosqueo casi a la indignación. ¿Una reunión a las 9 de la mañana? Obviamente, una reunión convocada por un hombre. Porque, ¿a qué mujer trabajadora se le ocurriría tamaño ataque a la conciliación familiar y laboral, convocando la reunión a las 9 en un país dónde el horario escolar empieza a las 9? Un servidor, que muy a gusto asume la responsabilidad familiar de despertar, desayunar, asear, vestir y acompañar a la escuela a mis dos hijos, al recibir la convocatoria de la reunión mediante el maldito e invasivo Outlook, pensó, pues a las nueve vas a ir tú, no yo. Y, efectivamente, me presenté a la reunión a las 9,30, una vez cumplidas las tareas familiares matutinas y, para más abundar, habiendo esperado que mi madre llegara y dejarla oportunamente en casa con mi hijo pequeño, al que se le ocurrió la laboralmente inadecuada idea de levantarse con dolor en la pierna derecha.

Mi sorpresa llegó al aterrizar en la susodicha reunión, 9,30 am, y observar que en la misma estaban presentes, entre otras, mujeres de las qué me consta que algunas tienen hijos pequeños y otras qué, aún no conociéndolas, les atribuyo esa edad en la que podrían ser jóvenes madres con pequeños retoños a los que acompañar de buena mañana a la escuela. Pues bien, esas mujeres, trabajadoras y responsables, estaban ahí desde las 9 de la mañana, habiendo hecho no sé cuantos equilibrios de calendario y agenda para poder comparecer a la reunión citada a la hora convocada.

Y mi sorpresa, que ya venía un poco indignada de la combinación de la matutina convocatoria junto al trajín familiar de primera hora de la mañana, se volvió indignación cuando, al acabar la reunión y, cómo no, sugerir el convocante una nueva reunión para al cabo de unos días, un servidor dijo “que la próxima no sea a las nueve, sino a las nueve y media, para facilitar la conciliación familiar”, a lo que respondió el convocante: “pues yo, que llevo a los niños a la escuela por la mañana, le he tenido que decir a mi mujer que los llevara hoy, ya que había convocado esta reunión a las 9, pero ahora que lo dices, sí que es buena idea poner la siguiente a las 9,30, así me ahorro el cambio de hábito familiar”. ¡Ah! Así resultó ser que quién había convocado la reunión, tuvo que desconciliar su vida familiar y laboral, repercutiendo en su mujer, y afectando, a la vez y aún sin saberlo (al menos, no puede imputársele dolo) a otras personas, que tuvieron que cambiar sus planes para comparecer a la hora a dicha reunión (no en mi caso, en que primé lo habitual por lo excepcional, porque hay que excepcionar cuando hay causa justa y no cuando no la hay).

Concluyo: dejémonos de promover celebraciones de un día al año para promover no sé que lucha contra la desigualdad, hagamos esta lucha día a día, sin tapujos y sin distinciones de género, pues de lo que se trata en toda la esfera laboral, es de poder conciliar vida personal, familiar y laboral, y ello se sea hombre o mujer, se tengan hijos o no se tengan, y otras formas hay de acentuar la productividad que no la de acentuar y prolongar la jornada laboral; una cosa es la jornada laboral y otra la jornada laboral efectiva, y si se nos ocurriera efectuar comprobación veríamos que en este país se trabaja más que se produce, se trabaja más que se concilia, y se produce igual de poco que lo que se concilia. Que cada cuál saque sus propias conclusiones.